El próximo sábado 27 de octubre se cumplirán dos años de la partida de Néstor Kirchner. Dos años de una partida rápida, inesperada, muy sentida por los sectores populares, y sin dudas muy recordada por la sociedad en su conjunto. Una partida repentina, parecida a su inserción en la política nacional.
Kirchner subió famélico de votos al poder, y muchos restregándose las manos, esperaron a que viniera por el alimento de rodillas. No lo lograron nunca. Ni las grandes corporaciones económicas, ni los resabios de autoritarismo en una fuerza armada en reconstitución, ni sus propios compañeros peronistas que, al principio lo veían como a un chirolita. Solo su corazón le puso límites. Su cuerpo se fue y él, como el indomable viento gélido de la Patagonia, todos los días renace un poco más en cada derecho restituido, en cada privilegio limitado, en cada jubilado con dignidad o en cada pibe que ya no tiene que mendigar por la calle.
El año pasado, por esta época, miraba con atención aquel emblemático discurso del año 2008, en el acto de apoyo Cristina, convocado frente al Congreso de la Nación, durante el enfrentamiento con las patronales sojeras. Kirchner se arremangó y metió los pies en el barro para defender como fuera el avance de un proyecto político que algunos ni siquiera entendían. Algunos pocos valientes con él a la cabeza dieron una pelea sin cuartel contra esa cultura agroexportadora tan arraigada en la sociedad. Ese día, en una parte de su discurso, soltó como un latigazo una de sus frases que más me gusta: "La clase media tiene que darse cuenta que nunca va a encontrar la solidaridad de la oligarquía argentina". Una frase cuyo contenido no es un gran descubrimiento para quien ha sido un militante de ideas del Pensamiento Nacional. Hernández Arreguí, Scalabrini Ortiz, o Arturo Jauretche lo expresaron de otras maneras. Pero la forma en que Néstor, ese día frente al Congreso lo dijo, sonó más que a una cita célebre a un pedido de: “Avívense, no sean giles!”. También me llegó como una advertencia hacía el pueblo, pero en otro sentido. Como si hubiera dicho que hasta allí habían llegado como pudieron en la cruzada de ampliación de derechos y que a partir de intentar avanzar sobre los privilegios de algunos sectores económicos necesitaban la participación de todos. Miraba ese discurso, y como un suspiro de nostalgia me salió decir “Que grande fue este tipo”. Mi hijo más pequeño, que merodeaba por allí, desde sus impredecibles y sinceros cinco añitos me preguntó como se hacía para abrazar a un hombre que era muy, pero muy grande. En ese momento no tuve respuestas. Pero más tarde, despojado del natural individualismo que viene en el combo de los seres humanos, se me ocurrió que la única manera de abrazar un hombre muy, pero muy grande, es entre todos. Nadie podría de a uno. Pero si entre todos.
Kirchner arrancó de sus casas a muchos que estábamos resignados a escuchar Silvio Rodriguez y esperar que los grandes cambios llegarían algún día, quien sabe cómo y de la mano de quien. Un enjambre de llantos sinceros lo acompañó por las calles de la ciudad de Buenos Aires rumbo a su última morada el día que partió. A sus pocos votos del 2003 los transformó en lleno de amor y agradecimiento del pueblo como pocas veces se vio. Se fue fundando una corriente que hará historia en la política Argentina: el Kirchnerísmo.
Este próximo 27, se lo recordará en todo el país con videos, música, poesía, obras de teatro, muestras fotográficas y actos. Curiosamente, en la mayoría de los actos nadie hablará, nadie abrirá con tal o cual discurso o cerrará con otro. En la mayoría de los lugares donde se lo recordará, la juventud será protagonista como quería. Alguna vez entusiasmó a los pibes cuando los llamó a sumarse a la militancia diciendo: “A los jóvenes les digo: sean transgresores, opinen, la juventud tiene que ser un punto de inflexión del nuevo tiempo”. Actos así, simplones y desprolijos, como era él. Una forma donde el verdadero protagonista sea el recuerdo de ese hombre que hizo tanto por la patria. Un hombre que llegó desde el Peronismo, pero que se metió en el corazón de millones de militantes de distintos partidos para quedarse allí para siempre.
Nadie lo abrazará tanto y tan fuerte como todos juntos. Ningún abrazo será más importante que otro, porque los abrazos solos no alcanzan para un hombre tan grande. Un Nestor Kirchner para todos y todas por igual. Como cada una de las políticas de ampliación de derechos que se han logrado desde el 2003 en adelante.
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