domingo, 6 de enero de 2013

Ley de Medios: Tiempo de cambios de camisetas

Como en feria, el Presidente de la AFSCA Martín Sabbatella ofrece por cuanto lugar aparece, dos litros de democratización de la palabra, 1 kilo de diversidad de voces, un paquete de pluralidad de opinión y dos atados de la voz de todos y todas. Como si se tratara de chasquear los dedos y listo. La realidad indica que la Ley de Medios además de ser incumplida y combatida judicialmente por el grupo mediático de mayor poder dominante, no es respetada por casi nadie, y en la medida que se avanza con las propuestas de adecuación de otros grupos, se desvirtúa el espíritu de una ley de la democracia tan peleada durante años por un colectivo ideológico plural, en soledad y desventaja.
Los empresarios que desembarcan en los medios, ponen hasta la mucama como titular de frecuencias y los que debían adecuarse repartieron licencia a hijos y nietos. El caso del Grupo Indalo de Cristóbal López es para destacar. Además de tener intereses en negocios Petroleros, entretenimiento, editoriales, inmobiliarios y ganaderos, apostó fuerte a lo audiovisual con la compra de medios (TV C5N, AM Radio 10, FM Mega, POP y TKM). Estas radios, replican en 42 ciudades importantes del país, el 100% de la programación incumpliendo de manera muy clara la nueva ley. Igual que lo hace el Grupo Clarín con La Cien o Radio Mitre. Lo de la programación con contenido propio quedó en el recuerdo y con poner el audio de comienzo o fin de espacio publicitario ya se dan por cumplidos. Para darse cuenta que eso sucede, solo hay que escuchar la radio. Ni cuota de música nacional, ni programación local se controla desde la reglamentación hasta hoy, y ya pasaron tres años largos. Con el fundamento que Clarín no cumple, ¿nadie controla nada?
Son contados los casos en que una radio o un canal de TV tienen rentabilidad apetitosa. Por el contrario, la mayoría son deficitarios. Un ejemplo es el grupo Electro Ingeniería que tiene problemas para sostener el canal 360TV que dirige Claudio Villarruel y en abril de 2012 estuvo a punto de dejar de aportar los cinco millones de pesos mensuales que necesitan para operar. La rentabilidad de los empresarios que tienen diversificados sus negocios e intereses es la posibilidad de ejercer presión hacia el poder. Presión que ya se empezó a sentir con algunos cambios y pases de los star del periodismo argentino. Por ejemplo. El opositor Ernesto Ténembaum que militaba la causa Clarín con clamor, abandonará Radio Mitre para pasarse a la radio de Moneta (Rock and Pop), que tiene relación cordial con el Kirchnerísmo. Marcelo Zlotogwiazda, quien también pertenece al partido opositor que preside Magnetto, se pasa a Radio Del Plata junto al Gato Silvestre, que saltó hace solo un año de Clarín a Vila-Manzano-De Narváez. Este último trío que en nuestra ciudad es titular de Canal 10, ahora le acaba de hacer un guiño al gobierno y contrató a Horacio Embóm para la primera mañana de A24.  Radio Del Plata es del Grupo Electro Ingeniería, quien mantiene muy buenos negocios con el gobierno nacional en el área de obra pública. Es obvio que necesitan los medios para defender sus otros intereses y no solo “bancan” el canal 360TV, sino que contratan dos periodistas caros ( Zlotogwiazda – Silvestre) que para mitad de año pueden llegar a ser más Kirchnerístas que Cristina.
Pero si vamos más a fondo, el conductor Chiche Gelblung pasa a C5N y Radio 10 contratado por Cristóbal López. Ni hablemos de su colaboración a la construcción del relato criminal durante la dictadura cívico – militar y su convencida militancia contra este Proyecto Político desde el comienzo. Estos empresarios que invierten en medios, junto a los que ya existen, eligen no confrontar con el Kirchnerísmo, por una eventual Re Re, pero preparan el terreno para un potencial periodo de Scioli desde 2015. La elección de cómo hacerlo pareciera ser con los mismos periodistas que hasta ahora jugaron fuerte contra el Kirchnerísmo. Raro, como mínimo. Mientras tanto, las nuevas voces que pelearon genuinamente por la nueva ley siguen esperando en alguna FM, sobreviviendo como pueden. O lo que es peor, periodistas como Eduardo Anguita, que mantenía objetividad e incomodaba a algunos funcionarios desde la mismísima Radio Pública, no tendrán aire este año. Es decir que la diversidad, la pluralidad y la democratización, quedan como una hermosa figura decorativa. ¿Qué pensarán los trabajadores de prensa que conformaron la Coalición por una Radiodifusión democrática? ¿Estarán conformes los militantes de una comunicación popular y diversa que redactaron los famosos 21 puntos? ¿Habremos militado una ley para que se sirvan de ella los que se opusieron?  ¿Habremos de hacer silencio y tomar como válido, también en este caso, la teoría de la correlación de fuerzas? ¿La pelea con la criatura mayor hizo que se pierdan de vista los otros objetivos de la ley que son igual de importantes?
Claro que, Sabbatella, sobre los contenidos, la contratación de periodistas o la programación de Radio y Televisión Argentina, no tiene nada que ver, y además sería injusto caerle encima cuando solo hace un par de meses se hizo cargo de hacer cumplir la ley. Santiago Aragón, quien lo precedió en el cargo o el mismísimo Gabriel Mariotto deberían explicar porque se ha controlado tan poco. Porque es por falta de control que crecen esos grupos y que siguen informando en Pergamino, Neuquén o Cafayate que hay congestionamiento de tránsito en la Gral. Paz o que la temperatura en Maipú y Corrientes es 40 grados. Curiosamente, las radios o canales de TV comunitarios o comerciales independientes de cada ciudad que deberían beneficiarse según el espíritu con el cual fue escrita la ley, salen a competir la torta publicitaria privada en desventaja porque los oyentes escuchan Beto Casella o Chiche Gelblung, cuando la ley no lo permite. De pauta oficial, ni hablar. La poca que circula ya está puesta en los empresarios que hacen lo mismo que Clarín a una muy pequeña escala, (por ahora) pero se dicen amigos. Hasta que deje de sonar el candombe, obvio. Luego pintaran sus medios de color naranja, o cualquier otro, ¿qué más da?

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